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'El amor no es la hostia' es uno de los lemas que preside su pequeña oficina. En realidad, que preside su trabajo. Porque su trabajo es precisamente velar por eso, por que el amor no sea la hostia. Son cuatro, todos hombres, y forman el Vicop, el grupo de Vigilancia y Control de las Órdenes de Protección de la Policía Local de Gijón. Tienen a su cargo la seguridad, y la tranquilidad, de 524 personas.
La mayoría son mujeres que han sufrido violencia de género, aunque también tienen algún caso de padres protegidos de su hijo o comerciantes y hosteleros de los que debe mantenerse alejado algún cliente. Pero son minoría. Las verdaderas protagonistas de su trabajo son mujeres «que lo están pasando muy mal». Mujeres para las que un juez ha decretado una orden de protección que obliga a su agresor a mantenerse a distancia.
Los agentes del Vicop trabajan, por parejas, de lunes a viernes. Durante todo el día tienen activado un móvil al que las mujeres pueden llamar. Para avisar de que han visto al penado (como se refieren los agentes a los agresores). Para comunicarles una situación de peligro. Para pedirles que las acompañen al colegio de los niños, a la Casa Malva o al juzgado. O, simplemente, para hablar. «Somos sus oídos. Es importante que se sientan a gusto. Y que hablen». Es tan importante que «algunas, que ya no corren ningún riesgo, vienen a vernos sólo para hablar». Si el problema surge por las noches o el fin de semana, los agentes del 092 enviarán a la patrulla más cercana. «Y no sería la primera vez que nos llaman a casa, aunque sea sólo para hablar con ella por teléfono y tranquilizarla».
Y así, ellos conocen su historia como pocas personas. No sólo porque con pocas personas habrán hablado tanto, sino porque los datos personales los tienen sólo los policías que se hagan cargo de esa orden de protección. Nadie más en la Policía Local tendrá acceso a su expediente completo, que incluye fotos de ella y del penado y hábitos diarios y rutinarios de ambos. Excepto en los casos de mucho riesgo, cuando el Vicop deja a los compañeros de la noche la fotografía y el informe de los movimientos del acusado, por si tuvieran que actuar.
Porque los agentes del Vicop vigilan a las víctimas, sin que ellas lo sepan. Controlan si el agresor pudiera estar cerca. Y si lo está, es detenido. «¡Pero si en casa no entré!», ha alegado más de uno al ser requerido por la Policía. Muchos vuelven. Son reincidentes. Porque consideran que «es mía y es mía. Yo puedo estar con otra, pero como me entere de que ella está con otro...». Y por eso quebrantan las órdenes. En lo que va de año, han detenido a 25 personas por eso. Son menos que otras veces, pero es que «tenemos constancia de que muchos están en Villabona». Y llegan malas fechas. Diciembre, Navidad, «nostalgia». Y los penados se acercan a 'su' mujer.
Por eso, están convencidos de que el número de detenidos aumentará todavía.
Desde 2004
El Vicop fue creado en abril de 2004. Desde entonces han tenido a su cargo 1.368 órdenes. Unos meses antes, la Policía Local había empezado a hacerse cargo de órdenes de protección. Eran los propios policías de barrio los que se encargaban de controlarlas. Pero pronto quedó claro que se necesitaba un grupo sólo para esa labor. Una labor para la que «no todo el mundo vale». Esto no es poner multas. «Es un tratamiento especializado y muy distinto al ordinario. Hay que involucrarse, tener sensibilidad y empatía». Y saber desconectar cuando sales del trabajo. «Si no tienes la mente clara, acabas loco», reconocen los agentes. Y es que, desde que están en el Vicop -los cuatro, desde que se creó-, ha cambiado mucho su percepción sobre el problema. «Antes no te dabas cuenta del alcance, de que hay mucha gente que lo está pasando muy mal». Ahora lo saben perfectamente.
Desde el 1 de enero les han llegado 276 órdenes nuevas, que se suman a las anteriores que siguen vigentes. Aunque, en realidad, para ellos nunca caducan esas órdenes: «Aunque finalicen, aquí estamos para ayudarlas».
Así comienza su jornada laboral: revisando las órdenes nuevas que envíe el juzgado y reuniéndose con la víctima. «Aquí, en su casa o en una cafetería, donde ella se sienta más cómoda». En ese encuentro, «ella nos explica la situación y nosotros cómo funciona esto». Además, remiten a las víctimas al Centro Asesor de la Mujer, para que desde allí, por ejemplo, les soliciten uno de los teléfonos GPS que gestiona la Cruz Roja y que las conecta las 24 horas del día. Este año se han entregado 72. En ese caso, si la mujer activa la llamada de emergencia, que las pone en contacto con el 112, enviarán a una patrulla del Cuerpo Nacional de Policía.
Con ese primer encuentro comienza la relación con las víctimas de malos tratos. Unas mujeres a las que los agentes informan cuando los agresores salen de prisión. «Estamos en contacto directo con Villabona», explican. Y ellas les informan a ellos, entre otras cosas, de sus cambios de domicilio. Y la nueva dirección sólo la conocen estos cuatro agentes. El juzgado sabrá que han cambiado, pero no el nuevo lugar de residencia. Porque si el juzgado fuera informado, esos datos serían incorporados al expediente y el procurador del penado tendría acceso a ellos. Si el juzgado tiene que contactar con la víctima, tendrá que hacerlo a través del Vicop. Toda precaución es poca.
«Otra oportunidad»
Aunque en algunos casos son ellas las que olvidan esa precaución. Especialmente aquellas que no han solicitado la orden de protección pero el juez la ha decretado porque actuó un médico de oficio, o un policía, o hubo testigos de la agresión. Incluso así, los agentes les explican cuál es la situación y les advierten de que, en caso de que encuentren al agresor incumpliendo la orden, le detendrán. A veces ellas piden que no continúe la vigilancia. Lo hacen porque «les han dado otra oportunidad», porque se han trasladado a otro municipio o porque hace tiempo que no reciben amenazas y prefieren olvidar todo lo sucedido. En cualquiera de los casos, las órdenes siguen en vigor.
Sea como fuere, los agentes del Vicop llaman cada día a unas 60 de las mujeres con órdenes. Si no hay novedad, en unos días habrá otra llamada. Si la hay, habrá que actuar. A eso se suman las visitas que sí hay que hacer en los casos de más riesgo o los problemas que puedan surgir durante el turno. Porque, como reza otro de los carteles de su oficina, 'Contra la violencia de género, tolerancia cero'.
Fuente: http://www.elcomerciodigital.com/gijon/20081130/gijon/oidos-maltrato-20081130.htm
La mayoría son mujeres que han sufrido violencia de género, aunque también tienen algún caso de padres protegidos de su hijo o comerciantes y hosteleros de los que debe mantenerse alejado algún cliente. Pero son minoría. Las verdaderas protagonistas de su trabajo son mujeres «que lo están pasando muy mal». Mujeres para las que un juez ha decretado una orden de protección que obliga a su agresor a mantenerse a distancia.
Los agentes del Vicop trabajan, por parejas, de lunes a viernes. Durante todo el día tienen activado un móvil al que las mujeres pueden llamar. Para avisar de que han visto al penado (como se refieren los agentes a los agresores). Para comunicarles una situación de peligro. Para pedirles que las acompañen al colegio de los niños, a la Casa Malva o al juzgado. O, simplemente, para hablar. «Somos sus oídos. Es importante que se sientan a gusto. Y que hablen». Es tan importante que «algunas, que ya no corren ningún riesgo, vienen a vernos sólo para hablar». Si el problema surge por las noches o el fin de semana, los agentes del 092 enviarán a la patrulla más cercana. «Y no sería la primera vez que nos llaman a casa, aunque sea sólo para hablar con ella por teléfono y tranquilizarla».
Y así, ellos conocen su historia como pocas personas. No sólo porque con pocas personas habrán hablado tanto, sino porque los datos personales los tienen sólo los policías que se hagan cargo de esa orden de protección. Nadie más en la Policía Local tendrá acceso a su expediente completo, que incluye fotos de ella y del penado y hábitos diarios y rutinarios de ambos. Excepto en los casos de mucho riesgo, cuando el Vicop deja a los compañeros de la noche la fotografía y el informe de los movimientos del acusado, por si tuvieran que actuar.
Porque los agentes del Vicop vigilan a las víctimas, sin que ellas lo sepan. Controlan si el agresor pudiera estar cerca. Y si lo está, es detenido. «¡Pero si en casa no entré!», ha alegado más de uno al ser requerido por la Policía. Muchos vuelven. Son reincidentes. Porque consideran que «es mía y es mía. Yo puedo estar con otra, pero como me entere de que ella está con otro...». Y por eso quebrantan las órdenes. En lo que va de año, han detenido a 25 personas por eso. Son menos que otras veces, pero es que «tenemos constancia de que muchos están en Villabona». Y llegan malas fechas. Diciembre, Navidad, «nostalgia». Y los penados se acercan a 'su' mujer.
Por eso, están convencidos de que el número de detenidos aumentará todavía.
Desde 2004
El Vicop fue creado en abril de 2004. Desde entonces han tenido a su cargo 1.368 órdenes. Unos meses antes, la Policía Local había empezado a hacerse cargo de órdenes de protección. Eran los propios policías de barrio los que se encargaban de controlarlas. Pero pronto quedó claro que se necesitaba un grupo sólo para esa labor. Una labor para la que «no todo el mundo vale». Esto no es poner multas. «Es un tratamiento especializado y muy distinto al ordinario. Hay que involucrarse, tener sensibilidad y empatía». Y saber desconectar cuando sales del trabajo. «Si no tienes la mente clara, acabas loco», reconocen los agentes. Y es que, desde que están en el Vicop -los cuatro, desde que se creó-, ha cambiado mucho su percepción sobre el problema. «Antes no te dabas cuenta del alcance, de que hay mucha gente que lo está pasando muy mal». Ahora lo saben perfectamente.
Desde el 1 de enero les han llegado 276 órdenes nuevas, que se suman a las anteriores que siguen vigentes. Aunque, en realidad, para ellos nunca caducan esas órdenes: «Aunque finalicen, aquí estamos para ayudarlas».
Así comienza su jornada laboral: revisando las órdenes nuevas que envíe el juzgado y reuniéndose con la víctima. «Aquí, en su casa o en una cafetería, donde ella se sienta más cómoda». En ese encuentro, «ella nos explica la situación y nosotros cómo funciona esto». Además, remiten a las víctimas al Centro Asesor de la Mujer, para que desde allí, por ejemplo, les soliciten uno de los teléfonos GPS que gestiona la Cruz Roja y que las conecta las 24 horas del día. Este año se han entregado 72. En ese caso, si la mujer activa la llamada de emergencia, que las pone en contacto con el 112, enviarán a una patrulla del Cuerpo Nacional de Policía.
Con ese primer encuentro comienza la relación con las víctimas de malos tratos. Unas mujeres a las que los agentes informan cuando los agresores salen de prisión. «Estamos en contacto directo con Villabona», explican. Y ellas les informan a ellos, entre otras cosas, de sus cambios de domicilio. Y la nueva dirección sólo la conocen estos cuatro agentes. El juzgado sabrá que han cambiado, pero no el nuevo lugar de residencia. Porque si el juzgado fuera informado, esos datos serían incorporados al expediente y el procurador del penado tendría acceso a ellos. Si el juzgado tiene que contactar con la víctima, tendrá que hacerlo a través del Vicop. Toda precaución es poca.
«Otra oportunidad»
Aunque en algunos casos son ellas las que olvidan esa precaución. Especialmente aquellas que no han solicitado la orden de protección pero el juez la ha decretado porque actuó un médico de oficio, o un policía, o hubo testigos de la agresión. Incluso así, los agentes les explican cuál es la situación y les advierten de que, en caso de que encuentren al agresor incumpliendo la orden, le detendrán. A veces ellas piden que no continúe la vigilancia. Lo hacen porque «les han dado otra oportunidad», porque se han trasladado a otro municipio o porque hace tiempo que no reciben amenazas y prefieren olvidar todo lo sucedido. En cualquiera de los casos, las órdenes siguen en vigor.
Sea como fuere, los agentes del Vicop llaman cada día a unas 60 de las mujeres con órdenes. Si no hay novedad, en unos días habrá otra llamada. Si la hay, habrá que actuar. A eso se suman las visitas que sí hay que hacer en los casos de más riesgo o los problemas que puedan surgir durante el turno. Porque, como reza otro de los carteles de su oficina, 'Contra la violencia de género, tolerancia cero'.
Fuente: http://www.elcomerciodigital.com/gijon/20081130/gijon/oidos-maltrato-20081130.htm
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